viernes, 12 de noviembre de 2010

Las mafias tienen palancas

Las mafias tienen palancas

El lunes el Presidente aseguró que el delito se ha extendido en Guayaquil por culpa del modelo económico y las desigualdades sociales.

Yo no lo veo así.

Las grandes mafias no operan en Guayaquil por la pobreza sino por el intenso movimiento comercial de esta ciudad, que ofrece la tasa de rentabilidad más alta posible para cualquier inversión criminal. Negocios son negocios.

Quizás en algunas ciudades que el Presidente conoce el delito no esté haciendo sufrir del mismo modo, pero en Esmeraldas, Manta o Santo Domingo el dolor que causa es inmenso.

El auge actual de la delincuencia no se debe a condiciones sociales sino a la impunidad. Las mafias que nos acosan tienen armas, tecnología, sicarios y muchísimo dinero, pero sobre todo la ayuda de algunos policías, jueces, fiscales, gobernadores, intendentes y diputados que trabajan para ellos las 24 horas del día.

Los asaltantes que hacen temblar a los ecuatorianos del siglo XXI no son necesariamente pobres ni desempleados. Algunos son aniñados, otros son admiradores de las FARC, andan muy bien vestidos, disponen de recursos y son influyentes. Casi nunca acaban en la cárcel.

En los barrios pobres también hay mafias, pero allí se cumple la misma regla de que progresan los que tienen contactos políticos. Por ejemplo, los que trabajan para traficantes de tierras con acceso a las altas esferas del poder.

La impunidad fortalece los contactos internacionales de las mafias, que hoy cruzan la frontera y transfieren dinero sin ningún control, porque los controles desaparecieron y porque durante varios meses rompimos toda colaboración con Colombia. Recientemente se ha querido reimplantar los controles, pero solo en el ámbito militar porque la Policía está demasiado desarticulada para hacerlo.

Pasar un tiempo (siempre breve) en la cárcel, ya no es un inconveniente insoluble para las mafias. Hoy desde las cárceles se dirigen las mayores mafias del país; y de ser necesario, las boletas de libertad se pueden perder en la Intendencia de Policía.

Muchos policías honestos arriesgan su vida para cerrar esta casa del horror, pero la tropa todavía vive mal, come mal y duerme mal (a pesar de que Lucio Gutiérrez y Alfredo Palacio subieron los sueldos). No hay suficientes incentivos morales. Una trayectoria profesional impecable no es garantía de éxito, porque la lealtad política se valora más que cualquier otra virtud. El oficial más corrupto podría llegar a las cumbres si hace la jugada política adecuada en el momento adecuado.

Para combatir a las mafias se requiere de medidas más serias que la de quejarse de las desigualdades sociales del país que uno gobierna. La más urgente e importante de esas medidas sería entregarle de inmediato la competencia de la Policía a los municipios y provincias. Pero este espacio resultó demasiado corto así que dejaré el análisis de tal propuesta para otra oportunidad.

Via "El Universo"

jueves, 11 de noviembre de 2010

MARCELO RIVERA DEJA LA HUELGA

El ex presidente de la Federación de Estudiantes del Ecuador (FEUE), Marcelo Rivera, que fue internado ayer en el Hospital Eugenio Espejo de Quito, suspendió hoy la huelga de hambre que mantenía desde hace 27 días.

En rueda de prensa, Francisco Rivera y Martha Toro, padres del ex titular de la FEUE, informaron la decisión, y pidieron a todos los estudiantes que mantiene la huelga de hambre para exigir la libertad de Marcelo Rivera, deponer la medida.

Conclusion:
Este señor no sabe que la idea de una huelga de hambre es arriesgar la vida para hacerse oir hasta para eso resulto awebado.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Presidente, murió mi hijo

Carta de un padre a Rafael Correa

Presidente, murió mi hijo

Señor Presidente, mi hijo Vicente Francisco Sarmiento Ledesma, fue asesinado el 8 de octubre del 2010 con una sobredosis de escopolamina, por uno de las decenas o centenas de grupos que se dedican a robar o matar impunemente en nuestro país.

Vichito, como lo llamaba, tenía 24 años de edad y era, además de un ferviente estudioso de la filosofía, un incansable investigador de Roma, Grecia y Egipto; lector empedernido de Martin Luther King, Malcon X, y de todos aquellos que hablan de libertad. Pero, además, se constituyó en uno de los defensores más brillantes que usted pueda tener, explicando mejor que sus ministros y círculos de asesores, la necesidad no solo de aceptar los cambios de la revolución ciudadana, sino también de impulsarlos, pues consideraba que eran sinceros y sus efectos provechosos para todos los ecuatorianos. Me gustaba oír con silencioso orgullo la capacidad que tenía para defender su obra vial, su obra educativa y de salud, y disculpar inteligentemente lo que aún falta en vivienda y empleo, quitándole toda la responsabilidad a su Gobierno; sin embargo, me encantaba cómo evitaba el tema de la seguridad, pues sabía de su deficiencia y la imposibilidad de defenderlo. Hoy su muerte me obliga a hacer una analogía con una frase de Bertolt Brecht, primero mataron a los hijos de los más pobres y no me importó..., ahora lo mataron a mi hijo. pero es demasiado tarde. Pero no quisiera que fuera demasiado tarde para las demás familias ecuatorianas que todos los días pierden a un ser querido por la falta absoluta de seguridad a la que están expuestos y condenados. La muerte de mi hijo me ha despertado de un letargo de insensibilidad, y me obliga a pedirles a todos los ecuatorianos que despierten de una actitud desalmada y cruel, frente a la defensa del único patrimonio que debe ser defendido sin escatimar ningún esfuerzo: la vida.

Usted conoce, señor Presidente, que ni uniendo los capitales de todos los hombres más ricos del mundo, puedo comprar la vida de mi hijo, lo que me lleva a la inexorable necesidad de pedirle, de suplicarle –si es necesario– que cuide sin miramientos, sin limitaciones, sin egoísmo o pasiones, la vida de los ecuatorianos.

Sé la importancia de las carreteras, de las casas, de la salud, y de la educación, pero sin seguridad ninguna de estas tiene sentido o valor. Inicialmente lo culpé a usted de la muerte de mi hijo, luego de unos minutos de reflexión me di cuenta que no era así, pues la inseguridad también ha golpeado a sus puertas, como el caso del jueves 30 de septiembre del 2010; y esto ocurre porque las personas a las que usted les ha entregado el legado más importante que puede tener un ser humano, que no es otro que el custodiar la vida de otros, han fallado en extremos inaceptables, pues sus blandas e ineficientes políticas contra el crimen lo han convertido –contra su voluntad– en cómplice de la inseguridad, ya que cooperar pasivamente con el sistema que nos imponen los criminales, es tanto o más malvado que ellos.

Esas circunstancias y no otras, me obligan a manifestarle y pedirle, señor Presidente, que entregue su mejor esfuerzo y busque a los ecuatorianos más eficientes, para lograr la seguridad de nuestro país. Que con esa finalidad convoque a los expertos más reconocidos en materia de seguridad, sin importar sus antecedentes económicos o sociales o el extracto ideológico del que proceden, sino únicamente su capacidad técnica y experiencia exitosa; y que exija la presentación, implementación y ejecución de planes y programas de lucha efectiva contra la delincuencia y la inseguridad, técnicamente diseñados; que tengan metas y objetivos tangibles y concretos, de forma tal que su cumplimiento paulatino, pero constante, pueda ser monitoreado y exigido por la ciudadanía. Si usted no hace eso, entonces me quedaré convencido que no comprendió que el único patrimonio que debe defenderse sin escatimar ningún esfuerzo es la vida, y por lo tanto, no merecerá seguir manteniendo nuestro apoyo. Ya es tiempo, señor Presidente, de decir ¡basta a la delincuencia!, y dejar presente nuestra conducta más provechosa permaneciendo firmes con mucha determinación y coraje, y de avanzar entre los obstáculos, los inconvenientes y los desengaños que nos producen los delincuentes; aferrándonos siempre a la esperanza de una vida sin barrotes, como es la que nos están condenando a vivir los funcionarios que tienen la responsabilidad de combatir a los criminales.

Me han sugerido y pedido que no envíe esta comunicación, pues su texto puede causarle molestia y entonces, como Presidente, me podría causar mucho daño; solo les he contestado que después de la muerte de mi hijo, mi muerte sería un alivio para tanto dolor. Me gustaría que el dolor sea endosable, señor Presidente, para transmitírselo por una milésima de segundo; estoy seguro que no lo soportaría, pero sí lo obligaría a pedirles a sus ministros, generales y gobernadores que den cuentas de sus inexplicables e ineficientes políticas de seguridad, y sin respuestas, tendrán que ser necesariamente reemplazados por personas con un mínimo de razón y corazón. Y luego, le pediría que me lo devuelva, pues es mi dolor, y creo que no puede ser compartido y mucho menos repetido a otra persona. Para ser digno de la memoria de mi hijo, voy a intentar llegar a los corazones de todos los ecuatorianos, porque es ahí en donde se gana este tipo de guerras tan crueles y dolorosas, porque juntos, tengo la certeza de que podremos vencer a la delincuencia evitando de esa manera que otro padre o madre llore a un hijo o un ser querido, y porque juntos también podemos exigirle a usted, señor Presidente, que impida que sus ministros y generales sigan obrando con tanta ineficiencia, dejando un muerto en cada casa. No podemos dejar pasar inadvertidamente que el 80% de los ecuatorianos vive atemorizado, que los ministros de Estado creen que la delincuencia es solo una percepción, y que apenas uno de cada cien crímenes es resuelto por la Policía; lo que me lleva a la casi completa certeza de que en mi caso, se ratificará esta cruel y desoladora estadística. Si alguna persona que ha perdido a un ser querido desea comunicarse para expandir esta guerra de amor a través de los corazones, o simplemente formar un grupo de apoyo, hágalo avicentesarmientoa@hotmail.com

Vicente Sarmiento,
doctor, Guayaquil

Presidente, murió mi hijo

Carta de un padre a Rafael Correa

Presidente, murió mi hijo

Señor Presidente, mi hijo Vicente Francisco Sarmiento Ledesma, fue asesinado el 8 de octubre del 2010 con una sobredosis de escopolamina, por uno de las decenas o centenas de grupos que se dedican a robar o matar impunemente en nuestro país.

Vichito, como lo llamaba, tenía 24 años de edad y era, además de un ferviente estudioso de la filosofía, un incansable investigador de Roma, Grecia y Egipto; lector empedernido de Martin Luther King, Malcon X, y de todos aquellos que hablan de libertad. Pero, además, se constituyó en uno de los defensores más brillantes que usted pueda tener, explicando mejor que sus ministros y círculos de asesores, la necesidad no solo de aceptar los cambios de la revolución ciudadana, sino también de impulsarlos, pues consideraba que eran sinceros y sus efectos provechosos para todos los ecuatorianos. Me gustaba oír con silencioso orgullo la capacidad que tenía para defender su obra vial, su obra educativa y de salud, y disculpar inteligentemente lo que aún falta en vivienda y empleo, quitándole toda la responsabilidad a su Gobierno; sin embargo, me encantaba cómo evitaba el tema de la seguridad, pues sabía de su deficiencia y la imposibilidad de defenderlo. Hoy su muerte me obliga a hacer una analogía con una frase de Bertolt Brecht, primero mataron a los hijos de los más pobres y no me importó..., ahora lo mataron a mi hijo. pero es demasiado tarde. Pero no quisiera que fuera demasiado tarde para las demás familias ecuatorianas que todos los días pierden a un ser querido por la falta absoluta de seguridad a la que están expuestos y condenados. La muerte de mi hijo me ha despertado de un letargo de insensibilidad, y me obliga a pedirles a todos los ecuatorianos que despierten de una actitud desalmada y cruel, frente a la defensa del único patrimonio que debe ser defendido sin escatimar ningún esfuerzo: la vida.

Usted conoce, señor Presidente, que ni uniendo los capitales de todos los hombres más ricos del mundo, puedo comprar la vida de mi hijo, lo que me lleva a la inexorable necesidad de pedirle, de suplicarle –si es necesario– que cuide sin miramientos, sin limitaciones, sin egoísmo o pasiones, la vida de los ecuatorianos.

Sé la importancia de las carreteras, de las casas, de la salud, y de la educación, pero sin seguridad ninguna de estas tiene sentido o valor. Inicialmente lo culpé a usted de la muerte de mi hijo, luego de unos minutos de reflexión me di cuenta que no era así, pues la inseguridad también ha golpeado a sus puertas, como el caso del jueves 30 de septiembre del 2010; y esto ocurre porque las personas a las que usted les ha entregado el legado más importante que puede tener un ser humano, que no es otro que el custodiar la vida de otros, han fallado en extremos inaceptables, pues sus blandas e ineficientes políticas contra el crimen lo han convertido –contra su voluntad– en cómplice de la inseguridad, ya que cooperar pasivamente con el sistema que nos imponen los criminales, es tanto o más malvado que ellos.

Esas circunstancias y no otras, me obligan a manifestarle y pedirle, señor Presidente, que entregue su mejor esfuerzo y busque a los ecuatorianos más eficientes, para lograr la seguridad de nuestro país. Que con esa finalidad convoque a los expertos más reconocidos en materia de seguridad, sin importar sus antecedentes económicos o sociales o el extracto ideológico del que proceden, sino únicamente su capacidad técnica y experiencia exitosa; y que exija la presentación, implementación y ejecución de planes y programas de lucha efectiva contra la delincuencia y la inseguridad, técnicamente diseñados; que tengan metas y objetivos tangibles y concretos, de forma tal que su cumplimiento paulatino, pero constante, pueda ser monitoreado y exigido por la ciudadanía. Si usted no hace eso, entonces me quedaré convencido que no comprendió que el único patrimonio que debe defenderse sin escatimar ningún esfuerzo es la vida, y por lo tanto, no merecerá seguir manteniendo nuestro apoyo. Ya es tiempo, señor Presidente, de decir ¡basta a la delincuencia!, y dejar presente nuestra conducta más provechosa permaneciendo firmes con mucha determinación y coraje, y de avanzar entre los obstáculos, los inconvenientes y los desengaños que nos producen los delincuentes; aferrándonos siempre a la esperanza de una vida sin barrotes, como es la que nos están condenando a vivir los funcionarios que tienen la responsabilidad de combatir a los criminales.

Me han sugerido y pedido que no envíe esta comunicación, pues su texto puede causarle molestia y entonces, como Presidente, me podría causar mucho daño; solo les he contestado que después de la muerte de mi hijo, mi muerte sería un alivio para tanto dolor. Me gustaría que el dolor sea endosable, señor Presidente, para transmitírselo por una milésima de segundo; estoy seguro que no lo soportaría, pero sí lo obligaría a pedirles a sus ministros, generales y gobernadores que den cuentas de sus inexplicables e ineficientes políticas de seguridad, y sin respuestas, tendrán que ser necesariamente reemplazados por personas con un mínimo de razón y corazón. Y luego, le pediría que me lo devuelva, pues es mi dolor, y creo que no puede ser compartido y mucho menos repetido a otra persona. Para ser digno de la memoria de mi hijo, voy a intentar llegar a los corazones de todos los ecuatorianos, porque es ahí en donde se gana este tipo de guerras tan crueles y dolorosas, porque juntos, tengo la certeza de que podremos vencer a la delincuencia evitando de esa manera que otro padre o madre llore a un hijo o un ser querido, y porque juntos también podemos exigirle a usted, señor Presidente, que impida que sus ministros y generales sigan obrando con tanta ineficiencia, dejando un muerto en cada casa. No podemos dejar pasar inadvertidamente que el 80% de los ecuatorianos vive atemorizado, que los ministros de Estado creen que la delincuencia es solo una percepción, y que apenas uno de cada cien crímenes es resuelto por la Policía; lo que me lleva a la casi completa certeza de que en mi caso, se ratificará esta cruel y desoladora estadística. Si alguna persona que ha perdido a un ser querido desea comunicarse para expandir esta guerra de amor a través de los corazones, o simplemente formar un grupo de apoyo, hágalo avicentesarmientoa@hotmail.com

Vicente Sarmiento,
doctor, Guayaquil

Raras cosas pasan

Jorge Vivanco Mendieta

Barajando los días

Raras cosas pasan

Tampoco se ha instaurado el juicio correspondiente por el ataque a bala del que fue objeto el hospital de la Policía, en donde se dice estaba secuestrado el Presidente de la República, para cuyo rescate se realizó una operación militar.Parece que los estrategas del Gobierno quieren bajarle el perfil a los acontecimientos del 30 de septiembre anterior; las investigaciones si se las lleva a cabo a fondo, descubrirán verdades que tal vez incomoden a sectores tanto del Gobierno como de la oposición. En este sentido, se notan procedimientos irregulares: severidad implacable en unos casos, actitud flexible en otros; y aún olvidos.

Este último caso se demuestra, por ejemplo, en el hecho de que la Fiscalía o el Tribunal competente, no haya instaurado el juicio para juzgar exclusivamente la grave acusación de que hubo un intento de asesinato al Presidente de la República. Se han incoado juicios por otros aspectos, en los cuales la investigación de este hecho se diluye, cuando debe ser juzgado por un tribunal severo, ante la ciudadanía entera, que no puede estar tranquila si es que queda pendiente un caso o un intento de esta naturaleza.

Tampoco se ha instaurado el juicio correspondiente por el ataque a bala del que fue objeto el hospital de la Policía, en donde se dice estaba secuestrado el Presidente de la República, para cuyo rescate se realizó una operación militar.

Este ataque no puede ser justificado de ninguna manera, por tratarse de un hospital en donde están pacientes, médicos y equipos para atender la salud de los enfermos. Todos los hospitales del mundo en la era moderna son inviolables. Solo en el caso en que un criminal o un grupo de criminales trate de hacer de una casa de salud trinchera para cometer crímenes se hace necesario el ataque. Y este no es el caso.

Por su gravedad, el asunto ha trascendido internacionalmente, se lo está juzgando; y en este caso, es mucho mejor que ese juzgamiento se lo radique en el país ante los tribunales nacionales competentes.

No se ha procedido así, y si es que se continúa en este plano, las proyecciones pueden ser mucho más negativas de lo que se cree para el país y para el Gobierno.

Está muy bien que se trate de crear un ambiente de serenidad; pero no por ello se pueden olvidar aspectos importantísimos de un hecho que conmovió al país, puso en inminente peligro el sistema constitucional y produjo, de hecho, el absurdo enfrentamiento a bala entre policías y militares, lo cual sin duda, y a pesar de todos los esfuerzos por echar tierra, dejará una grave saga institucional.

PP un diario de mierda

Independiente el mejor diario y que solo informa la verdad al final resultó una gran farsa. en 50 dias solo se ve que es una mala imitacion de diario EL EXTRA y que no aporta nada aparte de deudas y gasto o desperdicio de los impuestos de los ecuatorianos, por que digo esto veamos:

Despiden al gerente general Eduardo Intriago, contratado el año pasado por El Telégrafo; y luego responsable de montar toda la estructura del nuevo diario.

Despidieron junto con el hasta la fecha mas de 30 personas entre ellos stalyn ramos.

Los directivos han dicho que “PPno ha despertado la expectativa que se esperaba y que han invertido demasiado, e incluso que se alocaron contratando demasiado personal”

Desde el día de su lanzamiento, en PP ha predominado la publicidad de entidades estatales, algunas de las cuales están entre deudores de El Telégrafo. Una auditoría de julio pasado revela que, entre otros entes, el Instituto de Patrimonio Cultural, la Presidencia de la República, la Corporación de Electricidad y los ministerios de Industrias y Productividad, y Transporte y Obras Públicas estaban entre los morosos de 223.051 dólares.

Notas de resumen de los estados financieros de la empresa El Telégrafo, fechadas al 31 de diciembre pasado, revelan que “la operación del Diario es deficitaria, registrando pérdidas acumuladas a dicha fecha por $ 9’926.524, de las cuales $ 5’116.397 correspondían a las pérdidas del 2009, la otra parte a años anteriores”, indica el informe, que también firmó el ex gerente.

Entre el 6 de septiembre y el 3 de noviembre pasado, de 63 anunciantes que ha tenido desde su lanzamiento PP, 28 son entidades públicas o medios incautados

José Orús, ex funcionario de RTS, diario Hoy y Granasa (Gráficos Nacionales S.A.), editora de los diarios Expreso y Extra, es el eje del plan. La firma de su primer contrato de asesoría profesional por seis meses (que rigió desde noviembre del 2009) para el nuevo proyecto le costó a El Telégrafo $ 11.666. No se lo especifica, pero se supo que se trataba de un pago mensual para Orús, quien no respondió a un pedido de entrevista.

EL TIRAJE EN GYE ES DE 14000 PERO SOLO SE VENDEN A DURAS PENAS 7000

Cifras: Diario POPULAR
20.000
Dólares se invierte en la campaña publicitaria del PP, según el contrato suscrito el 10 de agosto pasado entre diario El Telégrafo y la empresa Genderini.

65.430
Dólares es la deuda por la cual El Telégrafo firmó un convenio de pago con la Eléctrica de Guayaquil. El acuerdo rige desde el 24 de febrero pasado y concluirá el 24 de febrero del 2012.


PROHIBIDO OLVIDAR

EN QUE SE GASTA EL DINERO DE LOS ECUATORIANOS SE PREGUNTA LA GENTE PUES ES FACILITO MIREN LA GRAFICA






5
Enlaces nacionales. En doce días después de la sublevación policial, que el Gobierno califica como “intento de golpe de Estado”, emitido estas cadenas de televisión y seis spots publicitarios con su versión.

52
Minutos. Fue el tiempo destinado a las cinco primeras cadenas. El 3 de octubre se dio el primer espacio de este tipo, duró 18 minutos y se presentó, según el régimen, a los autores del supuesto golpe. Además se mostró el rescate del Presidente del Hospital de la Policía en Quito, donde permaneció sitiado por unas once horas.

2
Entidades. La Asamblea Nacional y la Secretaría de Comunicación se unieron a la emisión de cadenas para solidarizarse con el Ejecutivo. La Asamblea mostró a sus miembros diciendo que condenaban los actos violentos. Mientras que la Secretaría de Comunicación mostró un pedido de disculpa que hizo la Policía.

Filosofía en triciclo

Filosofía en triciclo

Emilio Palacio

Rafael Correa repite cuando puede que él viene de la Academia y constantemente trata de explicarnos sus teorías. Muchas están contenidas en un blog que él mismo llama “Economía en bicicleta”.

Pues bien, uno no puede rehuir las responsabilidades, y aunque mis limitaciones me impidan entender qué es el socialismo del siglo XXI, me siento obligado a intervenir en este debate académico, llamémoslo de filosofía en triciclo.

Entre los siglos XVII y XIX, unos cuantos genios en Estados Unidos y la vieja Europa sentaron los cimientos teóricos de una discusión que todavía continúa sobre el Estado.

Para tratar de resumir aquella discusión en forma casi caricaturesca, diré que un bando defendió la tesis de que el Estado es la mayor realización del ser humano, por lo que casi había que poner en sus manos el destino de la especie. Hegel, el genio de Hegel, que en otros asuntos nos dejó respuestas extraordinarias, aquí metió la pata y dijo barbaridades que años más tarde se hicieron realidad, cuando Hitler y Stalin llegaron al poder y nos mostraron hasta dónde puede llegar el Estado, cualquier Estado.

Del otro lado, en cambio, la opinión que prevaleció es que el Estado es un peligro, y en eso, paradójicamente, coincidieron toda una mezcolanza de pensadores de izquierda y de derecha, Locke liberal y Marx socialista, Hume conservador y Bakunin anarquista.

Marx sostenía, por ejemplo, que cuando desapareciese el capitalismo y luego de un breve periodo de transición (la dictadura del proletariado), desaparecerían también todos los gobiernos, por innecesarios, incluyendo la propia dictadura de los obreros. Los liberales, Locke e incluso Thomas Jefferson, fueron un poco más precavidos. Aunque desconfiaban del Estado casi con la misma pasión, reconocieron que un Estado mínimo era indispensable.

Pero los discípulos de todos estos pensadores (no todos, pero sí la inmensa mayoría), cuando llegaron al poder, sin importar si eran de izquierda o derecha, hicieron exactamente lo contrario y edificaron estados gigantescos. El estalinismo construyó la bárbara dictadura del partido único. Los socialdemócratas forjaron un Estado de bienestar que hoy se desintegra ante nuestros ojos. Y los liberales o neoliberales, aunque con más reticencias, nunca dejaron de imprimir billetes para no perder una buena elección.

En todo este debate, ¿dónde se ubica el académico Rafael Correa?

Muchos de sus detractores dirán que el Presidente quiere apegarse al modelo de Stalin: un Estado omnímodo, absoluto, total. Otros dirán que se parece al escocés Hume, que creía en el libre mercado pero bajo el mandato de un monarca. Pero bien mirado, Correa en mi opinión es un hegeliano en el peor sentido de la palabra, no porque la dialéctica le interese (¿lo han oído cuando explica la trilogía de la tesis, la antítesis y la síntesis?, háganlo, no tiene desperdicio). Correa tampoco es nuestro Hegel por su erudición como él cree (aunque recordar todos los insultos es una forma sin duda de erudición).

Correa es hegeliano porque acabó por convencerse a sí mismo de que si a fines del siglo XVIII la Idea se encarnó en el Estado absolutista prusiano, él es la Idea ecuatoriana encarnada en la Constitución de Montecristi a comienzos del siglo XXI para inaugurar una nueva época en la historia de la humanidad.

via el universo

jueves, 28 de octubre de 2010

Persecución política

Persecución política

El ex director del Hospital de la Policía en Quito, coronel César Carrión, un hombre con toda una carrera profesional y de servicio, hoy está preso y acusado de complicidad en un intento de asesinato, por orden del Presidente de la República, solo porque contestó a las preguntas de la prensa internacional sobre el 30 de septiembre tratando de apegarse a cómo interpretó él los acontecimientos de ese día. Es un atropello no solo a la libertad de expresión sino a la dignidad de un ser humano y su familia.

Días antes, la Ministra Coordinadora de la Política había dicho lo mismo –palabras más, palabras menos–, pero nadie la acusa. Ella argumenta que lo hizo antes de las 18:00 de ese día; pero entonces alguien deberá dictaminar en lo sucesivo cuál es la versión oficial que se puede repetir y hasta qué hora estará vigente para no caer en desgracia.

Otros ciudadanos están presos, asimismo, sin ninguna prueba, acusados de intento de golpe, de secuestro, de terrorismo o de asesinato solo para justificar de algún modo la conducta del Presidente de la República en aquella trágica ocasión. Es una cacería de brujas como hace muchos años no se había visto.

Pedazo de majadero

Pedazo de majadero

Manuel Ignacio Gómez Lecaro

Si usted es burócrata, policía, militar o tiene un puesto sobre el que Rafael Correa tenga injerencia directa, ya sabe lo que tiene que hacer: cerrar la boca. Ni se le ocurra decir lo que ya sabemos: que aquí no hubo secuestro ni intento de golpe de Estado. O se encontrará con una aclaración como la de este sábado: “Soy el Presidente de la República, pedazo de majadero. Tú eres mi subalterno y no puedes estar… tratando de hacer quedar como mentiroso a quien es tu jefe”.

Correa no acepta que contradigan sus teorías de conspiración, secuestro y golpe de Estado. Por eso dio la orden de que se separe del hospital y de la Policía Nacional al coronel César Carrión.

El ahora ex director del Hospital de la Policía dijo en una entrevista con la cadena CNN que la seguridad del Presidente nunca estuvo amenazada en su habitación del hospital, que estaba bien resguardado, que nadie lo tenía secuestrado. Suficiente para que Correa lo llame “mentiroso”, “conspirador”, “tipejo”, “mal policía”, “mal doctor de la República” y “pedazo de majadero”.

El mensaje es clarísimo. O aceptas la versión oficial de los hechos, o te conviertes en conspirador. Después del falso golpe de Estado, el Gobierno convierte a los opositores en conspiradores y potenciales terroristas. La persecución es descarada. O que lo cuente Mery Zamora, presidente de la UNE, a quien el Gobierno pretende encarcelar.

Correa dice que Zamora debe ser juzgada por poner en riesgo a nuestros jóvenes estudiantes al incitarlos a salir a las calles a protestar. Zamora, más allá del rechazo que pueda causar por sus posturas radicales, está en libertad de hacer oposición. Antes, cuando los revoltosos y lanza piedras de la UNE y MPD apoyaban al Gobierno, eran buenos revolucionarios. Ahora son conspiradores.

Así funciona esta falsa revolución. Mientras funcionarios comecheques se pasean tranquilamente, los opositores deben esconderse. Si lo de Zamora es por poner en riesgo a los jóvenes, que detengan entonces de inmediato a Ricardo Patiño. Nuestro “Canciller” fue el primero en poner varias vidas en riesgo al incitar a la gente a salir a dizque rescatar al Presidente del Hospital de la Policía.

Los numerosos medios gubernamentales y las incontables cadenas nacionales acentúan esta persecución política a opositores. ‘En Busca de la Verdad’, programa con nombre irónico, ha transmitido una serie de reportajes sobre los supuestos conspiradores detrás del “golpe”. Pura propaganda gubernamental y teorías de conspiración. Canales de ecuatorianos, que nosotros financiamos, atacando a los mismos ecuatorianos. Al menos el Gobierno no puede controlar la televisión internacional y el internet. ¿Se animarán los canales independientes a investigar a fondo lo ocurrido el 30 de septiembre?

Cuando el Presidente equipara oposición con conspiración, la democracia se vuelve ficción. No hay justicia en un país que persigue al que contradice al Gobierno. Correa olvida que él debe servir a los ecuatorianos, no servirse de ellos. Que su palabra no es la ley. Pretende que agachemos la cabeza ante su presencia. Que aceptemos cualquier cuento que nos venda.

Tal vez Correa logre intimidar a la oposición. Pero su actitud terminará destruyéndolo. Al final, él es su único conspirador.

Via El Universo

Daños colaterales

Daños colaterales

Emilio Palacio

Si no hubo ningún intento de golpe de Estado, ¿qué fue lo que ocurrió entonces el 30 de septiembre? Luego de leer y escuchar todas las versiones que pude, este es mi resumen:

La tarde del 29 de septiembre, la Asamblea Nacional discutía el veto del Presidente de la República a la Ley de Servidores Públicos. Varios asambleístas del Gobierno habían expresado previamente su rechazo al veto porque no querían afectar a la Escolta Legislativa. Pero el Presidente insistió. Les mandó a decir que el veto debía ir como él lo redactó, y por si acaso, se hizo filtrar a la prensa el dato de que estaba listo el decreto para convocar a la Muerte Cruzada.

Al saberlo, los descontentos de Alianza PAIS se alinearon y el veto entró en vigencia.

La sesión había terminado, así que los policías se fueron a sus cuarteles. Estaban muy enojados con Alianza PAIS y con sus mandos superiores, que les aseguraron hasta último momento que ni la nueva ley ni el veto los perjudicaría.

Al día siguiente, los más furiosos comenzaron a quemar llantas en las afueras del Regimiento Quito Nº 1. Querían que la prensa conozca la burla de la que habían sido objeto. Lo único que no previeron es que aparecería por allí el mismísimo Presidente de la República. Al verlo, su primera reacción fue prohibirle el ingreso. Que se largue, vociferaron. Pero él insistió. Así que lo dejaron hablar. Mátenme si se atreven, les gritó. Nadie apretó el gatillo, pero sí le pegaron, le arrojaron gases y lo insultaron.

Los guardaespaldas de Correa lo condujeron entonces al Hospital de la Policía. Allí, según el Presidente, no lo quisieron dejar entrar y le pusieron candado a la puerta, pero uno de sus guardaespaldas sacó su pistola y consiguió que ingresara.

Cuando se enteraron los policías de que el Presidente estaba allí, se apostaron en los alrededores para impedirle que abandone el lugar sin dejarles primero algún papel que diga que no perderían sus beneficios.

Así pasó el Primer Mandatario el resto del día, en la cama de un hospital, rodeado de policías enojados que nunca lo agredieron.

Recibió a sus ministros, habló por teléfono, hizo declaraciones a la prensa, se comunicó con su familia, firmó decretos, comió, atendió a un par de delegaciones de policías que (conteniendo su ira) le expusieron sus molestias, les contestó que no, se bañó y se volvió a vestir de terno y corbata, listo para salir.

Al caer el sol, los policías, que nunca se imaginaron todo lo que habrían de pasar, concluyeron que era inútil seguir esperando. El Presidente no cedería, era obvio. Así que, en parte resignados, se formaron y le mandaron a decir que lo esperaban para escoltarlo.

Correa desconfió. ¿Y si se trataba de una trampa?

Ordenó entonces el plan B. Decenas de soldados, armados con fusiles de alto calibre, mira láser y visores infrarrojos rodearon el hospital. Alguien dio instrucciones de que ingresara primero el GIR. “Son policías, a ellos no les van a disparar”.

Efectivamente, los del GIR subieron hasta el tercer piso, donde le anunciaron al Primer Mandatario que ellos lo escoltarían. Correa se preparó para bajar. Y entonces se escuchó un disparo. ¿Algún uniformado nervioso? Nadie lo sabe. El caso es que comenzó la balacera.

El Presidente salió ileso y se fue a celebrar. Murieron varios ciudadanos, no solo policías y soldados, también civiles. Pero es algo que se considera “normal” en cualquier batalla.

En la jerga militar los llaman “daños colaterales”.

Via El Universo