jueves, 28 de octubre de 2010

Persecución política

Persecución política

El ex director del Hospital de la Policía en Quito, coronel César Carrión, un hombre con toda una carrera profesional y de servicio, hoy está preso y acusado de complicidad en un intento de asesinato, por orden del Presidente de la República, solo porque contestó a las preguntas de la prensa internacional sobre el 30 de septiembre tratando de apegarse a cómo interpretó él los acontecimientos de ese día. Es un atropello no solo a la libertad de expresión sino a la dignidad de un ser humano y su familia.

Días antes, la Ministra Coordinadora de la Política había dicho lo mismo –palabras más, palabras menos–, pero nadie la acusa. Ella argumenta que lo hizo antes de las 18:00 de ese día; pero entonces alguien deberá dictaminar en lo sucesivo cuál es la versión oficial que se puede repetir y hasta qué hora estará vigente para no caer en desgracia.

Otros ciudadanos están presos, asimismo, sin ninguna prueba, acusados de intento de golpe, de secuestro, de terrorismo o de asesinato solo para justificar de algún modo la conducta del Presidente de la República en aquella trágica ocasión. Es una cacería de brujas como hace muchos años no se había visto.

Pedazo de majadero

Pedazo de majadero

Manuel Ignacio Gómez Lecaro

Si usted es burócrata, policía, militar o tiene un puesto sobre el que Rafael Correa tenga injerencia directa, ya sabe lo que tiene que hacer: cerrar la boca. Ni se le ocurra decir lo que ya sabemos: que aquí no hubo secuestro ni intento de golpe de Estado. O se encontrará con una aclaración como la de este sábado: “Soy el Presidente de la República, pedazo de majadero. Tú eres mi subalterno y no puedes estar… tratando de hacer quedar como mentiroso a quien es tu jefe”.

Correa no acepta que contradigan sus teorías de conspiración, secuestro y golpe de Estado. Por eso dio la orden de que se separe del hospital y de la Policía Nacional al coronel César Carrión.

El ahora ex director del Hospital de la Policía dijo en una entrevista con la cadena CNN que la seguridad del Presidente nunca estuvo amenazada en su habitación del hospital, que estaba bien resguardado, que nadie lo tenía secuestrado. Suficiente para que Correa lo llame “mentiroso”, “conspirador”, “tipejo”, “mal policía”, “mal doctor de la República” y “pedazo de majadero”.

El mensaje es clarísimo. O aceptas la versión oficial de los hechos, o te conviertes en conspirador. Después del falso golpe de Estado, el Gobierno convierte a los opositores en conspiradores y potenciales terroristas. La persecución es descarada. O que lo cuente Mery Zamora, presidente de la UNE, a quien el Gobierno pretende encarcelar.

Correa dice que Zamora debe ser juzgada por poner en riesgo a nuestros jóvenes estudiantes al incitarlos a salir a las calles a protestar. Zamora, más allá del rechazo que pueda causar por sus posturas radicales, está en libertad de hacer oposición. Antes, cuando los revoltosos y lanza piedras de la UNE y MPD apoyaban al Gobierno, eran buenos revolucionarios. Ahora son conspiradores.

Así funciona esta falsa revolución. Mientras funcionarios comecheques se pasean tranquilamente, los opositores deben esconderse. Si lo de Zamora es por poner en riesgo a los jóvenes, que detengan entonces de inmediato a Ricardo Patiño. Nuestro “Canciller” fue el primero en poner varias vidas en riesgo al incitar a la gente a salir a dizque rescatar al Presidente del Hospital de la Policía.

Los numerosos medios gubernamentales y las incontables cadenas nacionales acentúan esta persecución política a opositores. ‘En Busca de la Verdad’, programa con nombre irónico, ha transmitido una serie de reportajes sobre los supuestos conspiradores detrás del “golpe”. Pura propaganda gubernamental y teorías de conspiración. Canales de ecuatorianos, que nosotros financiamos, atacando a los mismos ecuatorianos. Al menos el Gobierno no puede controlar la televisión internacional y el internet. ¿Se animarán los canales independientes a investigar a fondo lo ocurrido el 30 de septiembre?

Cuando el Presidente equipara oposición con conspiración, la democracia se vuelve ficción. No hay justicia en un país que persigue al que contradice al Gobierno. Correa olvida que él debe servir a los ecuatorianos, no servirse de ellos. Que su palabra no es la ley. Pretende que agachemos la cabeza ante su presencia. Que aceptemos cualquier cuento que nos venda.

Tal vez Correa logre intimidar a la oposición. Pero su actitud terminará destruyéndolo. Al final, él es su único conspirador.

Via El Universo

Daños colaterales

Daños colaterales

Emilio Palacio

Si no hubo ningún intento de golpe de Estado, ¿qué fue lo que ocurrió entonces el 30 de septiembre? Luego de leer y escuchar todas las versiones que pude, este es mi resumen:

La tarde del 29 de septiembre, la Asamblea Nacional discutía el veto del Presidente de la República a la Ley de Servidores Públicos. Varios asambleístas del Gobierno habían expresado previamente su rechazo al veto porque no querían afectar a la Escolta Legislativa. Pero el Presidente insistió. Les mandó a decir que el veto debía ir como él lo redactó, y por si acaso, se hizo filtrar a la prensa el dato de que estaba listo el decreto para convocar a la Muerte Cruzada.

Al saberlo, los descontentos de Alianza PAIS se alinearon y el veto entró en vigencia.

La sesión había terminado, así que los policías se fueron a sus cuarteles. Estaban muy enojados con Alianza PAIS y con sus mandos superiores, que les aseguraron hasta último momento que ni la nueva ley ni el veto los perjudicaría.

Al día siguiente, los más furiosos comenzaron a quemar llantas en las afueras del Regimiento Quito Nº 1. Querían que la prensa conozca la burla de la que habían sido objeto. Lo único que no previeron es que aparecería por allí el mismísimo Presidente de la República. Al verlo, su primera reacción fue prohibirle el ingreso. Que se largue, vociferaron. Pero él insistió. Así que lo dejaron hablar. Mátenme si se atreven, les gritó. Nadie apretó el gatillo, pero sí le pegaron, le arrojaron gases y lo insultaron.

Los guardaespaldas de Correa lo condujeron entonces al Hospital de la Policía. Allí, según el Presidente, no lo quisieron dejar entrar y le pusieron candado a la puerta, pero uno de sus guardaespaldas sacó su pistola y consiguió que ingresara.

Cuando se enteraron los policías de que el Presidente estaba allí, se apostaron en los alrededores para impedirle que abandone el lugar sin dejarles primero algún papel que diga que no perderían sus beneficios.

Así pasó el Primer Mandatario el resto del día, en la cama de un hospital, rodeado de policías enojados que nunca lo agredieron.

Recibió a sus ministros, habló por teléfono, hizo declaraciones a la prensa, se comunicó con su familia, firmó decretos, comió, atendió a un par de delegaciones de policías que (conteniendo su ira) le expusieron sus molestias, les contestó que no, se bañó y se volvió a vestir de terno y corbata, listo para salir.

Al caer el sol, los policías, que nunca se imaginaron todo lo que habrían de pasar, concluyeron que era inútil seguir esperando. El Presidente no cedería, era obvio. Así que, en parte resignados, se formaron y le mandaron a decir que lo esperaban para escoltarlo.

Correa desconfió. ¿Y si se trataba de una trampa?

Ordenó entonces el plan B. Decenas de soldados, armados con fusiles de alto calibre, mira láser y visores infrarrojos rodearon el hospital. Alguien dio instrucciones de que ingresara primero el GIR. “Son policías, a ellos no les van a disparar”.

Efectivamente, los del GIR subieron hasta el tercer piso, donde le anunciaron al Primer Mandatario que ellos lo escoltarían. Correa se preparó para bajar. Y entonces se escuchó un disparo. ¿Algún uniformado nervioso? Nadie lo sabe. El caso es que comenzó la balacera.

El Presidente salió ileso y se fue a celebrar. Murieron varios ciudadanos, no solo policías y soldados, también civiles. Pero es algo que se considera “normal” en cualquier batalla.

En la jerga militar los llaman “daños colaterales”.

Via El Universo