domingo, 7 de noviembre de 2010

Filosofía en triciclo

Filosofía en triciclo

Emilio Palacio

Rafael Correa repite cuando puede que él viene de la Academia y constantemente trata de explicarnos sus teorías. Muchas están contenidas en un blog que él mismo llama “Economía en bicicleta”.

Pues bien, uno no puede rehuir las responsabilidades, y aunque mis limitaciones me impidan entender qué es el socialismo del siglo XXI, me siento obligado a intervenir en este debate académico, llamémoslo de filosofía en triciclo.

Entre los siglos XVII y XIX, unos cuantos genios en Estados Unidos y la vieja Europa sentaron los cimientos teóricos de una discusión que todavía continúa sobre el Estado.

Para tratar de resumir aquella discusión en forma casi caricaturesca, diré que un bando defendió la tesis de que el Estado es la mayor realización del ser humano, por lo que casi había que poner en sus manos el destino de la especie. Hegel, el genio de Hegel, que en otros asuntos nos dejó respuestas extraordinarias, aquí metió la pata y dijo barbaridades que años más tarde se hicieron realidad, cuando Hitler y Stalin llegaron al poder y nos mostraron hasta dónde puede llegar el Estado, cualquier Estado.

Del otro lado, en cambio, la opinión que prevaleció es que el Estado es un peligro, y en eso, paradójicamente, coincidieron toda una mezcolanza de pensadores de izquierda y de derecha, Locke liberal y Marx socialista, Hume conservador y Bakunin anarquista.

Marx sostenía, por ejemplo, que cuando desapareciese el capitalismo y luego de un breve periodo de transición (la dictadura del proletariado), desaparecerían también todos los gobiernos, por innecesarios, incluyendo la propia dictadura de los obreros. Los liberales, Locke e incluso Thomas Jefferson, fueron un poco más precavidos. Aunque desconfiaban del Estado casi con la misma pasión, reconocieron que un Estado mínimo era indispensable.

Pero los discípulos de todos estos pensadores (no todos, pero sí la inmensa mayoría), cuando llegaron al poder, sin importar si eran de izquierda o derecha, hicieron exactamente lo contrario y edificaron estados gigantescos. El estalinismo construyó la bárbara dictadura del partido único. Los socialdemócratas forjaron un Estado de bienestar que hoy se desintegra ante nuestros ojos. Y los liberales o neoliberales, aunque con más reticencias, nunca dejaron de imprimir billetes para no perder una buena elección.

En todo este debate, ¿dónde se ubica el académico Rafael Correa?

Muchos de sus detractores dirán que el Presidente quiere apegarse al modelo de Stalin: un Estado omnímodo, absoluto, total. Otros dirán que se parece al escocés Hume, que creía en el libre mercado pero bajo el mandato de un monarca. Pero bien mirado, Correa en mi opinión es un hegeliano en el peor sentido de la palabra, no porque la dialéctica le interese (¿lo han oído cuando explica la trilogía de la tesis, la antítesis y la síntesis?, háganlo, no tiene desperdicio). Correa tampoco es nuestro Hegel por su erudición como él cree (aunque recordar todos los insultos es una forma sin duda de erudición).

Correa es hegeliano porque acabó por convencerse a sí mismo de que si a fines del siglo XVIII la Idea se encarnó en el Estado absolutista prusiano, él es la Idea ecuatoriana encarnada en la Constitución de Montecristi a comienzos del siglo XXI para inaugurar una nueva época en la historia de la humanidad.

via el universo

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